UNA LEYENDA DE ORO

Luego de dar muerte al ultimo de sus hombres, observó que los ciento veinte cadáveres que ahora quedaban apilados al borde del peñasco, hasta hacia pocos minutos eran sus acompañantes en el trayecto triste de su destierro desde que tuvo que salir de su aldea,la que un día llevaría su nombre GUATAVITA.
Habían tenido que viajar durante dos lunas huyendo de unas bestias de cuatro patas y dos cabezas, no eran muchos, pero, los mensajeros enviados por el cacique de unza advertían de su peligrosidad, y el hambriento deseo de oro, por el que ya habían matado.

La sugerencia perentoria era muy clara: trasladar a un sitio seguro todas las ofrendas recibidas para el ritual del lago sagrado, ocultarlas de la misma tribu y esperar que querían esas bestias con pelo en la cara y muy mal olor. Rápidamente armo cargas de oro y esmeraldas que pudiesen ser llevadas a la espalda, fueron necesarios ciento veinte de sus mejores hombres, los que Debian desplazarce a los farallones, a Gachalá, la tierra de los chios, mambitas y suraguas, era un lugar seguro, estas tribus hacia ya mucho tiempo habían aceptado el poder que emanaba del Zipa y el Zaque, y habían ofrecido su coraje en la guerra como protección de la naciente civilizacion Chibcha, eran tribus básicamente conformadas por guerreros, y por estar ubicados en los limites de la nación chibcha tenian la oblación de prestar protección en casos necesarios, y este si que lo era.

Luego de tener informacion que en estas montañas, mas allá de la tierra de los muertos, se encontraba el lugar perfecto para ocultar el tesoro a los españoles, emprendió nuevamente la marcha junto a sus mártires compañeros, tras una luna de marcha encontró a su juicio el rincón que buscaba, pero ante la duda sobre si ante la tortura sus hombres revelaran el lugar, decidió quitar la vida uno a uno, ayudado por los caciques de las tribus huéspedes, tras esto aparecieron en la aldea de gachalá luego de dos jornadas mas.

Así con menos retorica quizás, fue como me la contaron hace ya mas de veinte años unos abuelitos de Gachalá, que conocí en una de las veredas, ellos las escucharon de sus antepasados, y siempre han supuesto el sitio en los farallones de Gachalá, puesto que sobre la ladera en que se encuentra el pueblo se han encontrado tumbas precolombinas, lo que confirma la existencia de la tierra de los muertos por lo cual no es descabellado suponer que en esas montañas que separan el llano de la cordillera, con abismos y secretos pasajes, se encuentra ese tesoro.